La lengua de los gatos es relativamente larga, móvil y muy áspera. El centro de la misma se halla recubierto por cientos de minúsculas protuberancias, abrasivas, córneas, con el extremo dirigido hacia atrás y que carecen de función gustativa.
Al gato le sirven para separar la carne de los huesos, para beber a lengüetadas o para asearse el pelaje. Las papilas gustativas, por el contrario, se situan en los bordes de la lengua y en los extremos anterior y posterior.
El sabor ácido, al que los gatos son especialmente sensibles, se localiza en diversas zonas de la lengua; el sabor amargo se sitúa en la parte de atrás y el salado delante. Los gatos están dotados de unos detectores térmicos muy sensibles, por lo que prefieren los alimentos a temperatura ambiente o ligeramente templados, temperatura que corresponde a la de una presa que se acaba de matar.
Aunque nuestro minino se alimente de croquetas para gatos, la temperatura óptima de su lengua es de 30 grados centígrados, por lo que nunca se le debe ofrecer la comida recién sacada del frigorífico.
Escrito por Jaime Trujillo Escobedo