Tras el nacimiento del bebé y antes incluso de que llegue a casa, lo ideal es que el perro tenga acceso y pueda olisquear (y lamer) libremente alguno de los primeros pañales del niño y, también, sus patucos y su ropita.
Esta tarea incumbirá al feliz papá que habrá de llevar a casa todo esto y presetárselo al perro para que se familiarice con el olor del recién nacido, creando así el primer vínculo.
Esto, que parece un poco asqueroso, tiene mucho que ver con los más atávicos y primitivos instintos de los cánidos que desde siempre han utilizado el olfato como herramienta para el "bonding" o vinculación afectiva y emocional con su prole y demás congéneres de la manada.
Escrito por Jaime Trujillo Escobedo